¿Dónde ha ido el oír de una mujer, o un hombre, que
pudiese leer estas líneas de miedo y pena, en la planicie de mis tribulaciones
ajeno yo a las miradas espadas de tantos que no me desean el bien/ y que me
sumerjo hasta ahogarme en mi; tu lector, que quieres?
¿ADÓNDE ha ido ese primer canto de Maldoror desde que su
boca, llena de hojas de belladona, lo dejó escapar a través de los reinos de la
cólera, en un momento de reflexión? Dónde ha ido ese canto... No sé sabe con
precisión. Ni los árboles ni los vientos lo conservaron. Y la moral, que pasaba
por ese sitio, sin presagiar que tenía en esas páginas incandescentes un
enérgico defensor, lo vio dirigirse con paso firme y recto hacia los rincones
oscuros y las fibras secretas de las conciencias. Por. lo menos, la ciencia da
por sabido que desde ese tiempo el hombre de figura de sapo no se reconoce a sí
mismo, y cae con frecuencia en accesos de furor que le hacen parecerse a una
bestia de los bosques.
No es culpa suya.