lunes, diciembre 19, 2011

LA MAÑANA






en la mañana 
el pasto mojado 
el aire puro 
fresco
el sol asomando 
el gallo
el mate amargo con la doña
el banquito afuera en el patio
el perro
un caballo pastando y el carro que espera el día que no quiere
terminar de ser
 lindo
empezar es siempre una aventura
lo que va a venir 
y lo cotidiano

es una mierda!
siempre igual y todo
con todo el odio de la repetición encima
ese gallo sucio
cagados de frío
el podrido día lindo
para los que tienen
lindo
si
un carajo!
Aprieto los dientes
el mate atravesado en la garganta
la doña parece un barril
pronto el cielo se cubrirá de nubes grises
Sabato debe estar quemando otra novela.


  • buenos días papá-
  • anda al carajo vago de mierda!-

domingo, diciembre 18, 2011

“Atino” _plus_




Soñé
que era un extra de cine. Que en la película
era un bailador de tango. Que me vestían
de negro traje y me preparaba para actuar de malevo y bailaría. Que
una vestuarista recomendabame, vestir sobre el traje negro, un
pantalón de pesca. Impermeable.
Que
estaba por comenzar el rodaje. Que hablaba poco y raro.
Que
el papel era para mi. Que estaba hecho para eso desde siempre. Que no
sabia bailar en la vida, pero en el rodaje, en la película,
solo, tan solo, esperaba mi momento.
El
film se llamaba “Atino”.

Hubieron personajes sueltos de cuerpos; fantasmitas jugando entre las fieras. Espejos celestes ofrecidos al cielo; un carro dorado… una mujer en remera entallada: vistosa de tentáculos prominentes; un alguacil esbelto de dentadura perfecta (Malicioso). El film, se llamaba “Atino”, y fue en una de “a tiros; que    encontramos la gloria”.

sábado, diciembre 17, 2011

CCC _ versión casi full_





Intentaron encerrar
al arroyo
con jopo de cemento y
en cada inundación
se cubre de agua
el surco
la zanja
de
Caramba City Can

el propio policía
presidente reclamó alzando la
voz en penacho piropo

pena dio
pena

los nuevos policías
surcaron las aguas de meos y orines
en lanchas de poco
tamaño

y el amor copó la
parada
así lo hiciere en el
Amor Roberto o el
Athorino de Caramba o en el
Atanor de Telmo, alguien

la estética del
reviente
parece
se puso de pié
de moda
y la gente tiene
miedo mieducho che
más
teniendo (a) la culpa como consejera

evidenciando la
fantochada de figurin bola
que es el coso que gobierna la patria apátrida
apagada patotera
recia de esmoquin
lustroso
de veranos lejos y
coimita a la carta en palermo

joligud
papá
papito
Caramba
City Can


Pero si

es

misericordioso el talento

Tan acorde a toda una historia de barrio:
De Elenas de ojos vivos y faldas voladoras
De familia que pudo encontrar cuna
Y se quedó sin ella Sin casa
De mil historias que se enterrarán en la
orilla del arroyo O peor
Flotará
_ leer es un trabajo nada estable a veces _



y ya
me voy...
A tener que ir
A torrontés

porque me rajan desde
atrás los canas de remeras cortas
de shorts azules y
trenzas en el pelo
y
pero
la legenda reza:(
reza la leyenda y no llora
pero se fatiga cuando sube por las escaleras
de la vida
y no mira atrás
porque es fría y mala
($) y con piel de oveja en vez de
lobo )
: en Caramba hay buenos fieros y chicas de acostumbrada
pasión por el real deporte y amor
amor amor

lástima que sean malas pa’ser familia
como el arroyo que
pasa por la misma piel de Caramba
por aquel desfiladero
de arrojo en el muerto
el cuerpo
que cae
con un balde en cabeza encajado:
pobre empresario de
billetes aun
en las bolsas de su
pantalón marrón
Comerciante de rasgos
achinados (cae)
pedidor de monedas en
el subte
( estación Pugliese )
cucarachita apenas
viva (cae)
pero si está muerto
el tipo y el arroyo
es su tumba acuosa


Caramba

City

Can.

una C




después
de
lectoescribir ella dice: sos económico. Hace signos de
referencia en rededor de poemas. Hojas mecanografiadas donde se
exponen selecciones de vidas, visiones, sugerencias u otros
menesteres…

dice:
sos económico, a modo de conclusión. De manera irruptiva,

deposita en el aire una sentencia.

martes, diciembre 13, 2011

Melancolía



Enroscada entre las sabanas. Apretado el cuaderno contra su pecho Mariana repasa su vida con temor; miedo coloquial y aniñado. Mucho de lo que vivió está en un cúmulo de confusión. Sí cláro recuerda los sucesos principales; pero la lógica de los pequeños y fundamentales, le son distantes e inentendibles. Cree secretamente que aportando a los beneficios de las estructuras el caos seria controlable y que, olvidando lo mordáz, cesará de sentir miedo. Mariana pasa gran parte de la tarde asi. Devolviendo sonidos apagados; revelando un aire lleno de particulas de sus histiorias y sentiendose auto-indulgente. Por fin, a eso de las 5 y cuarto de la tarde, el silencio otro, habló. Ella sabia que la contunuidad del tiempo no necesitaba la presencia de nota alguna, pero, la irrupcion de una otredad la hizo sonreir. - “Hola mi vida. Hace mucho que dormis?. Que hermosa sos. Te sonó el celu mientras soñabas, amor”. Negó prevaleciendo su instinto añejado; la voz silenció. (Pudo vivir el resto de su vida sin mas sobresaltos pero sin mas sopresas hermosas). Pudo. Pero prefirio huir a las sabanas y enroscarse. Apretado el cuaderno contra su pecho, sangró. (Un diminuto arroyo rojo se dirige en dirección a la puerta de calle).




lunes, diciembre 05, 2011

sobre la heterónima




no sé quien soy, qué alma tengo.

cuando hablo con sinceridad, no sé con qué sinceridad hablo. soy variadamente otro que un yo que no sé que existe ( si es esos otros).

siento creencias que no tengo. me arroban ansias que repudio. mi perpetua
atención sobre mi perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un
carácter que quizás no tenga, ni ella creer que tengo.
me siento múltiple. soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en
ninguno y está en todos. como el panteísta se siente árbol, y hasta su
flor, yo me siento varios seres. me siento vivir vidas ajenas, en mi,
incompletamente, como si me ser participase de todos los hombres,
incompletamente en cada uno, mediante una suma de no-yos sintetizados
en un yo postizo.



*


sé plural como el universo!




Fernando Pessoa. 1915.

viernes, diciembre 02, 2011

03.Perfect Day - Lou Reed


“Ime” (hazme ir) _ the perfect day father _





irte (dime) con ella… a la lluvia
carruajes tirados por cerdos _ elegantes jirafas pequeñas en fuegos quemarlas _ imagenes fatuas; mesquinas de amor dado_ camiones repletos de buena gente guiados al horror A los mas bajos fondos de la experiencia humana Al exilio_ ahi dime
bajo la lluvia
que me detenga
aun hallan carruajes tirados por cerdos
dime que hacer ahi con ella?
dime que color regalarle?
de que manta cubrirla en las noches de no tanta calor
??
dime que hacer si ella me besa ?
si debo o no pretender la sabana transpirada?
dime
y que
si llega la Madre o La muerte?
y que si me agrada y que
si me disgusta?

Dime: ve!
y toma tus cosas
y ve!
anda a buscarla
a verla.

Eso Decime. 
 

lunes, noviembre 28, 2011

Lo genial deviene en obsesión


...aun no/ me enganche masturbándome
O dice (05:40 p.m.)
y cuanto falta para eso?
simon dice (05:40 p.m.)
depende/
queres ver?
_ ME HARIA UNA REMERA CON TU CULO _
(tocaron el timbre)

celofán
me toco

me di cuenta que mi ex no va

(tengo una serie-suerte de Tws eroticos).




Lo genial deviene en obsesión

domingo, noviembre 06, 2011

vos




de así 
como pensarte así tan despierta
entre tus hilos de olores todavía lamiéndote en la cara
de responder como si NO tiempo allá pasado
una linea intima pero evidente
que te deje en algún lado pegada
seguramente el msn me lo va a recordar
si busco
de pensarte así
mía y socarrona
de nadie y mía en mi quererte como poeta viejo
de así
profesional y rea
recordando el sexo reciente y el humo
es mas !
sobre mi cara tb
sin sueño ideal
sin miedo facho acá
si
dormido ahora allá , ponéle.








viernes, noviembre 04, 2011

La acción subversiva de la poesía Por Aldo Pellegrini



Hay una fuerza en el hombre, proveniente del simple hecho de vivir, que condiciona su destino de modo fatal. Esta fuerza se vuelve visible a cada momento a través de las manifestaciones del amor, que tiende a trascender del individuo en una comunión con el todo, tiene sus propias leyes irreductibles a los esquemas racionales. La poesía aparece como expresión de ese impulso hacia el cumplimiento de un destino vital, y la fatalidad de ese destino se revela en la poesía como un hecho indiscutible. La poesía no es, por consiguiente, un lujo o un divertimiento, sino una necesidad, del mismo modo que lo es el amor. Todas las otras necesidades, aun las más perentorias, están subordinadas a esos dos, que en definitiva son los dos aspectos de una misma energía primordial que le confiere su verdadero sentido a la vida. Si penetramos profundamente en el significado del viejo refrán "No sólo de pan vive el hombre" comprobaremos que la lúcida sabiduría popular llega a una convicción análoga. Prescindir de la poesía equivaldría a renunciar a la vida.

Considerado así, lo poético no reside sólo en la palabra; es una manera de actuar, una manera de estar en el mundo y convivir con los seres y las cosas. El lenguaje poético en sus distintas formas (forma plástica, forma verbal, forma musical) no hace más que objetar de un modo comunicable, mediante los signos propios de cada lenguaje particular, esa fuerza expansiva de lo vital. Como consecuencia, el mundo poético está en todos, en la medida en que cada hombre es un ser integral. La clara consigna de Lautréamont, "La poesía debe ser hecha por todos", no tiene otro sentido. Aquel que ignora la poesía es un mutilado, tal como lo es aquel que ignora el amor.

La última afirmación podría sugerirnos la idea de que vivimos en un mundo de mutilados, pero no es así: lo que habitualmente encontramos no es la falta de impulso poético sino su represión. Y está reprimido porque vivir hacia lo ilimitado, como exige la poesía, es decir, vivir en la dimensión total, no resulta conveniente para las fuerzas opresoras que dominan el mundo. Aceptar ese modo de vivir significaría prestarle al hombre un carácter casi divino, lo que no interesa a los detentadores del poder, que prefieren considerar al hombre como un objeto, como algo inmóvil y sin dimensión. Para anular a la poesía se ha creado toda una organización de falso pudor, parecida a la que existe para limitar la extensión del amor. Por el crimen de pornografía se concena al amor sin trabas. Parecida condena de pornografía amenaza a la poesía auténtica, sin trabas. Los dos procesos que abren el camino de la libertad, de la acentura, de lo imprevisto y de la exaltación, se ven constreñidos a la categoría de parias sociales.
 Abierto el camino de la libertad por la poesía, se establece automáticamente su acción subversiva. La poesía se convierte entonces en instrumento de lucha en pro de una condición humana en consonancia con las aspiraciones totales del hombre. Ceder a la exigencia de la poesía significa romper las ataduras creadas por el mundo cerrado de lo convencional.

Esta función de ruptura no pasa inadvertida para quienes aspiran a una conviviencia basada en la sumisión. Tampoco pasa inadvertida la importancia, la verdadera necesidad de la poesía como factor de expresión vital. La solución contemporánea de estos dos problemas la logran los detentadores del poder domesticando a los poetas, volviéndolos inofensivos, para que ofrezcan un producto falsificado o desnaturalizado que con el título de poesía reciba los honores oficiales, las prebendas. Así se logra un alimento sustitutivo de la pasión poética, que puede designarse con el nombre de poesía "oficial" y que es la negación total de la poesía. Así se alcanza el ideal de los carceleros: lanzar a los poetas contra la poesía.

Por este mecanismo de sustitución, el verdadero poeta queda fuera de la ley, y para darle a su engañifa características de consenso, los carceleros someten a los poetas a la repulsa de la opinión pública. Los detentadores del poder fabrican la llamada opinión pública, y ésta actúa dócilmente en defensa de los intereses que propician la sumisión. La opinión pública es la opinión de los hombres sin opinión, y éstos condenan la poesía. En el momento en que la poesía es colocada fuera de la ley aparece como consecuencia ineludible la figura del poeta repudiado: la poesía se vuelve maldita.
 No todos los poetas ceden a la presión del poder y de la opinión pública. Dante, Villon, Blake, Rimbaud, Lautréamont, Artaud, agitaron en una u otra forma el látigo liberador. Pero hay poetas que se rinden, que claudican, y esta claudicación se obtiene a veces por los medios más indirectos. Uno de los medios indirectos de sumisión, en el que caen a menudo verdaderos poetas es el esteticismo. El arte por el arte significa siempre un arte sometido, que rehuye el peligro y busca el calor de los aplausos.

Pero esto no quiere decir que la acción subversiva de la poesía se realice mediante el tratamiento directo de los temas de subversión. No necesita por ejemplo, cantar a la libertad (palabra degradada por los falsarios de todos los colores) pues cantar a la libertad ha demostrado ser uno de los recursos de los propiciadores de la esclavitud. La libertad vive en la poesía misma, en su manera de expandirse sin trabas, en su poder explosivo. Está implícita en el acto de la creación, en ese modo de surgir de las zonas del espíritu donde reina la insumisión, donde es libre en todas las dimensiones. Libre de los esuqemas de la razón, libre de las normas sociales, libre de las prohibiciones, libre de los prejuicios, libre de los cánones, libre del miedo, libre de las rigideces morales, libre de los dogmas, libre de sí misma. En esa zona del espíritu vive la experiencia milenaria de la especie, vive el sentido del hombre, se forman los deseos y las formas impulsoras de la dinámica vital. Allí se establece el vínculo real con el mundo a través de la única vía libre que lleva al universo todo. En esa zona se gesta el milagro, nace la excepción. La poesía tiene allí su imperio, y allí están las fuentes de la imaginación creadora que participa con las potencias del amor en la construcción del ser auténtico, que cuando se lo percibe dentro de sí determina la aparición de un orgullo silencioso y secreto, un orgullo que toma frecuentemente la apariencia de la humildad, y que es patrimonio casi exclusivo, en su monstruosa magnitud, de los santos y de los poetas.

La acción subversiva se manifiesta al ofrecernos la poesía la imagen de un universo en metamorfosis en oposición al universo rígido que nos imponene las conversaciones. La imagen poética en todas sus formas actúa como desintegradora de ese mundo convencional, nos muestra su fragilidad y su artificio, lo sustituye por otro palpitante y viviente que responde al deseo del hombre. Por eso la poesía auténtica degrada a quienes aspiran a existir en un medio dominado por la quietud, un medio pasivo, sin riesgos y sin imprevistos. Ese medio es un esquema irreal, abstracto, desvitalizado; es el falso mundo de la seguridad, que se parece más a un mundo de fantasmas que las más desaforadas creaciones de la imaginación poética. Para completar la paradoja, los defensores de ese mundo irreal se llaman a sí mismos, realistas.

Una actitud disconformista señala el paso inicial que dirige al hombre hacia el centro de acción de la poesía. El poeta se coloca frente a la sociedad aceptada y manejada por los conformistas. La maquinaria social al servicio de una organización deshumanizada reduce a los hombres a números, y cierra todos los caminos. Los que sueñan con el poder, cualquiera que fuere el mecanismo de éste (el dinero, la fuerza, el soborno, el chantaje, la política, el terro) tienden a reducir la conciencia de los hombres a cero. El mundo se convierte así en un reducto sin puertas ni ventanas, domine el patrón oro, o domine la burocracia. La poesía abre puertas y ventanas tanto hacia afuera, hacia el mundo, como hacia adentro, hacia el hombre.

Pero indudablemente la poesía, al introducirnos en el misterio de lo real, nos descubre una vasta zona de peligro, una región inquietante y turbadora. Muchas veces lo poético toma la forma de un acto de violenta provocación y aparece como antipoético, como negador de la creación. Cuando Marcel Duchamp expuso una rueda de bicicleta o un portabotellas con la pretensión de que constituyesen obras de arte, realizó un acto poético del más alto valor subversivo. Lo mismo Rimbaud, al renunciar a la poesía, lleva a su extremo límite la actitud subversiva del poeta. La insumisión alcanza ese límite extremo en el momento en que proclama la negación de la poesía, y ese momento aparece cuando la poesía está seriamente amenazada de domesticidad. Así, lo antipoético se convierte en el valor supremo de subversión y en el mecanismo utilizado por los verdaderos poetas en defensa de la poesía en peligro, para reconquistar su fuerza liberadora. Mediante lo antipoético, se retorna al punto cero, en contacto con la fuente originaria, con el fuego central.

En el proceso utilizado para domesticar a los poetas, el aplauso, el consenso elogioso, la popularidad, son los factores más peligrosos. El poeta que sucumbe a la tormenta de los aplausos debe pensar que los imbéciles, que forman la gran masa de los llamados entendidos, no se equivocan nunca: sólo aclaman lo inofensivo. El poeta debe desconfiar de ese aplauso, de ese elogio unánime, con el que fabrican las rejas de su prisión. Por eso Bretón lanzó un alerta lúcido a los poetas al decir: "La aprobación del público debe rehuirse por encima de todo". Pues un poeta domesticado por el elogio tiene más valor para los predicadores de la sumisión que los inocentes versificadores que ellos presentan como sustituto. El poeta domesticado se convierte en ejemplo de la inutilidad de ser libre. Como el león domesticado, es una caricatura grotesca de un gran señor de la libertad, y sus rugidos adquieren entonces acentos de canto de ruiseñor. No es la confortable y estéril placidez de los parques artificiales la que conviene al poeta; su poder combativo y creador se exalta en la sorda lucha de la selva, y para el poeta de hoy la selva ha encontrado residencia en las grandes metrópolis, donde brotan del suelo gigantescos rascacielos, donde la vida se ve vuelta en la mañana inextricable y despiadada de un mundo mecanizado, y hombres-serpientes y hombres-chacales pululan por las calles.

El humor es el elemento que provee a la poesía de su mayor virulencia. Acerado como la luz, el humor se constituye en la vanguardia combativa en pro de la autenticidad del ser. Con su filo luminoso corta la oscuridad, y aporta el fuego que consume lo muerto y reanima lo vivo. Contiene el feroz deseo del hombre en su virtualidad renovadora, que corroe el mundo de lo inmóvil y lo opaco.

Latente o concreta, la subversión contenida en la poesía auténtica no ofrece dudas; pero la poesía no se reduce a un acto negativo puro: contemporáneamente a su acción provocadora afirma su fe en un mundo mejor que responda a la íntima realidad del hombre. Por eso sostiene una posición de recuperación de todos los antiguos mitos que ofrecen salida al desamparo: el mito del paraíso terrenal, el mito de la edad de oro. La poesía cree en esos mitos así como cree en la fuerza todopoderosa del amor. En esa común pasión coinciden los poetas con los fundadores de religiones. Esa es la causa por la que El sermón de la montaña se reúne con Así hablaba Zaratustra en la misma defensa del hombre. También los poetas hacen suya la memoria de los mártires que buscaron cambiar la condición humana, pues las torturas infligidas a los santos, a los revolucionarios y a los poetas, tienen todas el mismo significado de persecución del espíritu poético, de aniquilación del hombre que no se resigna a un destino sórdido. En una misma veneración se engloba a Jesucristo, Giordano Bruno, el obrero-poeta Bartolomeo Vanzetti y Antonin Artaud.

En una época como la actual, en la que la poesía tiende a la domesticación por los más variados mecanismos en los más variados regímenes sociales, los poetas auténticos se encuentran siempre alertas, aunque estén reducidos a la soledad o compelidos por la fuerza y el terror. De pronto aparecen los Vosnesensky, los Evtuchenko para recordar los derechos inalienables del hombre. Estamos próximos al momento en que la revolución en defensa del hombre se desarrollará en el plano de lo poético.


[Para contribuir a la confusión general, 1965]
http://www.elortiba.org/ap.html

Tom Lupo en Radionauta Parte 2 (2004)

Tom Lupo en Radionauta (2004) Parte 1

Señales de humo, Tom Lupo lee poesías

jueves, octubre 27, 2011

como un documento historico _ a _




Priscila es preciosa sus modos sus tetas preciosa Priscila
Es Priscila la morada de un festejo
el relajo justo
la pena muerta Priscila es
poder
póquer sin limites a tu cara de bola
actuar
que interés tenés
tintes de color azul verde blanca tenés
en la mente marítima oceánica inmoral inabarcable tenés
todo menos a tu Priscila bella en tu ojo mental prendido
e curva en vendaval
currículum vitae
como cuando me decís:
ustedes me sacan el cagazo a las trompadas
o: cuando sepan digan
Priscila, pero Priscila te falta
como un documento historico
escucho con los ojos
sandia + vino = te morís
te voy a invitar a un pic-nic nocturno
por ejemplo:
el loco se enamora de una pequeña mujer y por ella deja su locura.


miércoles, octubre 26, 2011

Bukowski: Born Into This (Subt. Español).

Milonga del marginado paranoico “POEMAS POSTUMOS” – PACO URONDO



Parece mentira
que haya llegado a tener
la culpa de todo lo que ocurre
en el mundo; pero es así. Han tratado
de disuadirme psicólogos y sociólogos de mi tiempo,
me han dado razones de peso técnico largamente
formuladas y
parcialmente ciertas. Pero
yo sé que soy culpable de los dolores
que aquí siento y recorren el mundo; de las soledades

que lo van vaciando: quisiera saltar
como Juan L. Ortiz, vociferar
como Oliverio Girondo, pero: primero, ellos me ganaron
de mano; segundo, no me sale bien y aquí
empieza todo nuevamente: otro sufrimiento
igual a diapasones y recursos
que conozco perfectamente y que no vale la pena
repetir: primero, para no emularlos; segundo, porque
tendré que ir
reconociendo que no he sabido
hacerme entender. Y esto es agudo como un ataque
que nos traga la lengua; pido entonces disculpas
por la mala impresión, por las exageraciones.

lunes, octubre 24, 2011

Llamándonos por FOGWILL

a María Eugenia C.




Y NUNCA MÁS VOLVIMOS A ENCONTRARNOS después de la famosa charla telefónica. Puse famosa porque durante mucho tiempo aquella charla fue famosa para nosotros, y porque aunque ahora ya no hablamos más de ella –porque no hablamos más– ahora siguen hablando de ella sus amigas y los novios de ella y de sus amigas. Todos hablan, la nombran; todos siguen imaginando aquella charla de mil maneras, con mil distintos desenlaces y por mucho tiempo más, pienso, seguirán charlando todos y comentándose la charla.

Pero aquella charla es más famosa para mi corazón, porque desde entonces nunca más ella y yo volvimos a vernos. ¿En Buenos Aires? ¿Es posible que en Buenos Aires, dos, nunca más hayan vuelto a encontrarse? Sí: es posible. Ni nos vimos, ni yo la vi, ni creo que tampoco ella a mí me haya visto.

Pero desde hoy serán las dos famosas: la charla y ella. Voy a nombrarla, se llama Diana Rivera Posse y fue mi amante por un tiempo: tres meses. Es una mujer alta, de ojos notables y manos grandes y ahora va a ser famosa por esta historia de la charla telefónica que comienzo a contar.

Diana: fuimos amantes por un tiempo. Nada serio. Nos encontrábamos algunos viernes. Salíamos a comer. Recuerdo que comimos en el antiguo restaurante japonés, en Bistró, en el griego de Córdoba y Montevideo y en la cantina El Viejo Pop de Mar del Plata. Dormimos juntos algunos de esos viernes –nada importante– y tres noches seguidas de aquel fin de semana largo de abril que nos fuimos al mar. Por lo demás, nos vimos poco. Algunas mañanas llamaba a mi oficina: "estoy libre", decía, y yo a veces arreglaba una cita, fingía un almuerzo de negocios y corría a abrazarla en mi piecita por unas horas. Era otoño: algunos mediodías de calor salimos apurados y sin bañarnos y al caer la tarde, en la oficina, yo sentía subir del saco olor a ella, olor a mí y olor a ensayo de bailarinas y perfumes mezclados.

Algunas veces la llamé yo. Atendía el padre o la madre y nos citábamos en un café después de la comida. Esas noches nos besábamos en el auto pero no nos acostábamos: ella debía levantarse temprano para sus clases y yo andaba arrastrando mis ganas de olvidarme de todo y sentarme a escribir. Llamo a esto escribir. Y ella ahora será famosa: todos sabrán desde hoy que en la fiesta de Caride nos acostamos en uno de los dormitorios del segundo piso con Equis –esa actriz peronista– y que enseguida se agregó a nuestro grupo Marcelo Siano, que trabaja en Wrigley's y puede atestiguarlo, y que más tarde se vino con nosotros Gonzalo Roca trayendo una botella, y que más tarde los tres hombres nos sentamos a beber directamente de la botella de Chandon, mirándolas a Diana Rivera y a la estrella peronista que jugaban a morderse y hacerse marcas como gatas mientras el novio (el que había sido su novio hasta poco antes y que me dicen que ahora ha vuelto a ser su novio) bailaba en el living de la planta baja.

No sé por qué, siempre los novios verdaderos bailan cuando las mejores cosas están sucediendo en la realidad. Me lo imagino ahora al novio bailando en algún otro lugar, musical, elástico, y sabiendo que desde hoy tiene una novia famosa: Diana. Dudo que ella lo ame.

Ni a mí me amaba. Fuimos amantes, pero no nos amamos hasta la vez de aquella charla telefónica. Me había llamado ella. Era domingo; yo estaba trabajando, cansado, y necesitaba liquidar un informe para la edición de la tarde del lunes. Ella quería que le hablase. Conté qué estaba haciendo, qué había hecho la noche anterior y lo que pensaba serían mis planes para ese día y el siguiente.

Quisimos vernos. Casi acordamos una cita, pero después dije que no, que nos veríamos el martes, que fijaríamos la cita durante la mañana del martes.

Y yo hasta aquel domingo nunca la había amado, pero esa vez la amé:

–¿Y si nos vemos en Fred's el martes?– sugería ella.
–Sí –dije–. Puede ser. y si no, te llamo a la mañana...
Y así comenzó todo: ella dijo que mis palabras la tocaban.
–¿Cómo? –pregunté .
–Me tocan –dijo ella–. Siento que me tocás: Me tocan.
Quise saber, pregunté más.
–¿Dónde te tocan?
–Ahí –contestó–, me están tocando ahí...
–Tocame vos –pedí y ella dijo que era "precioso".
–No –le dije–. Eso no me toca.
–¡Sos hermoso y precioso! –repitió.
–Tampoco toca –dije.
–¡Sos asqueroso! –probó ella.
–¿Cómo asqueroso? –pregunté yo, sintiendo algo.
–¡Como un sapo asqueroso y hermoso! -contestó.
–Puta –le dije y averigué–: ¿Te toca si te digo puta?
–Sí –dijo como un suspiro–. ¡Sí! Y cuando te hablo yo... ¿Te toco?
–No, vos no. Me toco solo. Yo, me toco –anuncié–. ¿Te toca?
–¡Baboso! –ella me dijo y:
–Tortillera –le dije yo, sintiendo que respiraba fuerte, y más (pidió que le dijera más) y yo dije "baba", "rata", "gata", "tortillera" y también que la estaba tocando:
–Te toco entre las piernas con un teléfono asqueroso negro –amenacé.
–¿Sucio? ¿Enchastrado? –indicó ella.
–Sí –le juré y entonces me di cuenta que ella estaba jadeando de verdad.
No entendía por qué; quise saber:
–¿Te estás tocando, vos...?
–No; vos me tocás. ¡Cuando hablás me tocás! –susurró ella.
–¿Será porque me toco...? –Supuse y probé: –¿A ver?
–Ahora sí –decía ella–. ¡Ahora no... ! ¡Ahora... sí!
Y acertaba siempre y jadeaba. Jadeaba más cuando decía que sí, y creo recordar que también acertaba siempre: si yo tocaba, ella decía que sí y sentía. Pero ¿dónde?
–¿Dónde? –le volví a preguntar.
–Ahí, te dije, ¡ahí...!
–¿Cómo?
–Como si yo tuviera un...
–¿Y no tenés, acaso, un...?
–Sí, pero uno igual a vos. ¡Uno igual...! –exclamó y entonces jadeó más y le dije que pronto cortaríamos la comunicación y ella dijo que también cortaría al mismo tiempo, y estoy casi seguro de que también esa primera vez cortamos juntos, al mismo tiempo.

Desde entonces no volvimos a vernos; nunca la vi, y creo que ella a mí nunca me vio. El martes, cuando la llamé desde la oficina, dijo que no quería verme. "Nunca más", dijo. "Hablame". Entonces ese mediodía fui a mi piecita y desde ahí la llamé.

Y seguimos llamándonos muchas veces. Siempre juntos, al mismo tiempo, hablábamos. Adivinaba ella cada vez, decía "sí" al tocar, como suspirando y yo también sentía que sus palabras me tocaban y eso, –ahora puedo reconocerlo–, lo aprendí de ella, pero solamente me sucedió con ella.

Siempre hablábamos. Siempre llamaba ella, a veces yo. Me sucedía una cuestión de orgullo: esperar a que llamase. Siempre llamaba ella, y si yo pasaba lejos de la piecita varios días entonces calculaba que ella había estado tratando de llamarme, y la llamaba yo. "¿Llamaste?", preguntaba. "¡Sí!", decía ella, "...pero no contestabas".

¡Cuántas veces tomé el tubo del teléfono y dije: "hola" con el tono de voz que bien sabía que la tocaba y me sorprendía alguna voz distinta preguntando por mí, por "señor Fogwill", como si el que había pronunciado aquel "hola" no hubiera sido yo!

¿Cuánto duró? Tres meses, cuatro. Para entonces, nuestra charla había comenzado a volverse famosa. Las amigas... Algunas me llamaban, decían un nombre falso, y me pedían que hablase, pero no era lo mismo. Sólo con ella –vuelvo a nombrarla– sólo con Diana, las cosas solían producirse de aquel modo. Y después todo se derrumbó. Una sola vez que nos falló, dejamos de llamarnos. Cuestión de orgullo, o miedo de que ya no pudiera tocarla con mi voz. Como ella no llamaba, tampoco llamé yo. La última vez que hablamos. sintió mi voz y dijo no, que ahora tampoco, que ya no sería más posible, que nada más valía la pena, y que ya todo se había terminado.

¿Terminado?

Ahora que todos hablan, ahora que hasta han escrito una novela con nuestro tema, ahora que todos saben la historia de la famosa charla y ahora que ella también ha comenzado a ser famosa como la charla, dudo que algo haya terminado. Creo que algo comienza: pienso que escribo y que ahora todo lo escrito vuelve a tocarla a ella y entonces vuelve eso a tocarme a mí, como un reflejo, y siento que es mejor que hayamos dejado primero de vernos, y después de hablarnos, porque hay nuevas maneras de hacernos eso, contárnoslo, mostrando a todos la verdad de lo que es nuestro amor, esta nueva manera, el mejor modo de nuestro amor.

A las amigas, a los novios de ella y de las amigas, y a todos los que escuchen en cualquier parte sus famosas grabaciones de nuestras charlas, se les formó una idea equivocada de nuestro amor. Nuestro amor no eran esas voces y ruidos que escucharon grabado tantas veces. Nuestro amor fue todo lo que hicimos y que ahora circula entre nosotros, entre todos los que en un mismo instante estaremos leyendo una vez, otra vez más, (¡más! ¡más!), la historia de la famosa charla, y a un mismo tiempo, en diferentes sitios y sobre diferentes hojas de papel, una vez más, muchas veces (más, más) de esa historia famosa de amor sintamos juntos el final.



Publicado en Don Nº 3, diciembre de 1984 y en "Muchacha Punk". © 1992 Editorial Planeta.

Decio 8A por Juan Filloy


AVISO






Una vez terminada esta novela, estando vivo el protagonista, fue sometida a su consideración.

Advertido por el que muchos datos de la realidad habían sido omitidos, confiscados o transgredidos en ella por la imaginación del autor, pedí a su arbitrio las enmiendas y agregados que la veracidad le sugiriese.

Mi solicitud ha sido satisfecha. Obedecen a ello las grabaciones que, a manera de collages, han sido incorporadas al texto con un tipo de letra distinto.

Fecho lo cual, obviamente, la peripecia cobra cabal identidad.










PRIMERA PARTE



LA ESCALERA






Cuenta el relator




Cuando Décimo Ochoa (10¼ 8A), al ingresar al Colegio Nacional, de motu proprio se convirtió en Decio Ochoa, reveló tres cosas: a) su ruptura total con la tradición familiar; b) su rebeldía a la nomenclatura ordinal que usaban sus parientes; c) su acierto al contraer elegantemente su nombre.


–¡Al carajo esa manía de numerarnos que viene desde mi bisabuelo! Desde que se le ocurrió la boludez de bautizar así a sus hijos Primo, Segundo y Quinto, los demás extremaron la nota. ¿Por qué Sexto en vez de Sixto; por qué Octavo en vez de Octavio? No los entiendo. Y menos el colmo de haber sintetizado en cifras el nombre y apellido: 1¼ 8a, 2¼ 8a, 7¼ 8a... ¡Hágame el favor!


En realidad, el albur lo había puesto en otra órbita.


La enfermedad consuntiva de su madre, sola, abandonada en un rancho desquinchado en Estación La Gilda, lo hizo a él –párvulo de meses– depositario de la compasión del vecindario.


La esposa joven de un chacarero sin hijos, se apiadó a fondo al morir Doña Novena Ochoa en la más atroz de las miserias. ¡Pium desiderium! A no ser esa decisión, el chico –una gurrumina flacucha y panzona a la vez– hubiera ido a parar al cementerio local junto con "la Nona", la popular Nona, en la fosa de las maldiciones que se cumplen. Decimo tuvo suerte. Y con todos los síntomas de la desnutrición, con todos los harapos percudidos, entró a su casa. Mejor, entró a su regazo nostálgico, nido de ternura superior a cualquier amparo seguro.


En efecto, el matrimonio de Casilda Agüero y Evaristo Puy parecía condenado a no tener hijos. Parecía... Porque sucedió lo de siempre. La mujer presunta y desencantadamente estéril, no lo era. Confluían en ella los factores inhibitorios que originan la ansiedad de ser madre. Su frustración estaba en un círculo vicioso. La feliz circunstancia de adoptar a Décimo la sacó de él. Entonces, la preocupación por cuidar, alimentar y mimar al pobre y esmirriado huerfanito, a los pocos meses de tan noble consagración obró el milagro de borrar su histeria. Y poco después, como premio quedó embarazada, exhibiendo por doquiera su rotunda gravidez como un trofeo.


La infancia y pubertad de Décimo Ochoa, en casa de sus padres adoptivos, fue la de todos los chicos que tienen la fortuna de pertenecer a un hogar normal. Normal (en apariencia), no regular; porque la regla es el desquicio de los sentimientos y el desbarajuste de la economía.


Hubo, sin embargo, graves problemas en torno al hijo postizo cuando nació el hijo legítimo. Más aún, mientras crecieron casi paralelamente en el ámbito hogareño. La preferencia natural a lo genuino comenzó la tarea paulatina de desplazar al intruso, hasta relegarlo a las sobras del afecto, a los requechos de la comodidad. Mas, como acontece a menudo, la naturaleza se venga favoreciendo al menos afortunado. Y Décimo fue el parangón saludable de las enfermedades y el ejemplo obligado de las vicisitudes escolares que padeció "su hermano", Evaristo junior.






Acota el protagonista:


–Sí, mi "hermano", entre comillas de sorna...


Siendo casi un mocoso, había advertido la diferencia de trato que nos dispensaban "mamá" y "papá". Me resultaba algo incomprensible. Tales diferencias constituían fragrantes injusticias que debía soportar sin chistar, pues, de lo contrario, se hacían más funestas con el castigo que me daban.


Data de ese entonces, más o menos, la taimada explicación de mi origen. La explicación que revela todo sin decir nada. De buenas a primeras, al festejarse los diez años de Evaristo, me ordenaron: –De hoy en adelante nos llamarás madrina y padrino. ¿Entendés?


Mentiría si consignara que sufrí con ello. No puedo quejarme. He tenido y tengo la suerte de ignorar quién fue mi padre y la suerte mayor de que mi madre –rutera y puta de rastrojo– muriese antes de fijar en mí su recuerdo. Ese doble privilegio me brindó la oportunidad de usufructuar la relativa caridad de esos padres de repuesto.


Evidentemente, habían mermado su cariño a una dosis casi mínima. Mas no pudieron negarme del todo su aprecio. Mediaba una razón importante. No sé si por don innato, por viveza o mayor atención en clase, mis calificaciones en la escuela primaria ofrecían un contraste aleccionante con las de Evaristo. Y bajo ningún concepto quisieron desaprovechar mi carácter de ladero, mi influencia de guía y consultor a mano, para el haragán de su hijo.


Pibe de catorce años, al ingresar al colegio secundario, poseía ya una filosofía personal y un propósito deliberado: pasarla lo mejor posible; no enojarme por nada; salir del paso sin rencores cuando algo mío se insinuaba como estorbo. De cualquier modo, por mal que fuera, siempre estaría mejor con ellos que llevando vida de huacho al azar de las cosas.


Convertido en recuerdo esos infortunios, desde el promontorio de libertad en que me hallo, recompongo mi pasado de hijo adaptivo. Adaptivo, no adoptivo; pues jamás "adopté" esa convivencia mezquina como cartabón de un vivir permanente.


Las disensiones, débiles al principio, se tornaron recias al matricularnos al tercer año. Mi madrina, ya madre de tres hijos y otro en viaje, era otra persona. La evoco con asco.


Recuerdo sus carnes desparramadas, sus delantales sucios y unos olores menstruales que todavía me trastornan. No dejó maldad por hacer en complicidad con Evaristo. Dedicó sus horas en mortificarme, acentuando las preferencias y el desprecio.


Una tarde, remendándome un bolsillo del pantalón, gruñó:


–Es la última vez que lo compongo. ¡Qué tanto hurgarse y hurgarse las verijas! Si llego a saber que les enseñás malas costumbres a los chicos, Dios te libre y guarde de ese pecado.


Pude contenerme. Pero unos días después, dije adiós a todo. Había resuelto emanciparme de una tutela cada vez más ominosa. Solapado, tranquilo, preparé mi plan. Tengo la certeza de haber obrado juiciosamente, como estila a veces la adolescencia que se reprende y reprime porque sí, al reverendo pedo.


Hacía frío esa madrugada de mediados de otoño. Decio se coló en el tren hasta la localidad próxima. En la estación de servicio del pueblo, acababa de descargar nafta un camión tanque. Pocas palabras bastaron. Ese transportador lo aceptó en su cabina. Había pescado su firme designio de abandonar la población en la propia confianza con que actuaba. No anduvo con titubeos. Le planteó su problema. Y lo comprendió en el acto, porque, siendo muchacho como él, pasó por un trance similar.


–Le agradezco la gauchada. Con usted o con otro, lo cierto es que hoy me iba. Estoy forrado para lo peor. Mire. Lo que más me asusta es la miseria con frío. Mire –y le mostró parte de la cintura y del busto en el cual se acolchaban las telas de dos camisetas, dos camisas, dos pullóvers y dos calzoncillos...


–¡La poronga! Parecés el afiche de los neumáticos Michelín.


A los pocos kilómetros, en la primera parada, Decio afirmó su calidad. Sin hacer nada concreto, su comedimiento en algunas minucias dióle la pauta de su reciprocidad. Limpiar parabrisas y faros del automotor no implican ningún esfuerzo, pero demuestran un afán, una voluntad de servicio. Por eso, cuando cerca de Firmat advirtió varias tuercas flojas de una rueda trasera, el transportista, mientras las ajustaba, computó la oportunidad de su observación pues impidió sin duda un accidente de graves consecuencias.


Semejante conducta le grangeó su simpatía. Y ya en la destilería de San Lorenzo, su espontánea mediación le gestionó un alojamiento provisorio en el depósito de camiones.


–Tomá, pendejo. La primera noche es siempre la más dura.


Y le entregó como cama una colchoneta de espuma de goma.








GRABACIÓN:



Nunca olvidaré a ese camionero. Se llamaba Camilo de Juan. Tenía cara de candado y puños de llave inglesa. Hice con él, durante meses, los viajes más imprevistos y extraordinarios. Su Volvo me abrió como un abanico los panoramas del país. Fuimos hasta casi las fronteras de Brasil y Paraguay. Adonde lo mandaran, yo sumaba mi curiosidad y mi desinterés. Porque jamás le acepté paga o retribución a mi ayuda y compañía. Me bastaba, como sueldo, su seguridad y experiencia; y como viático la amistad que necesitaba la fatiga y la tensión de los trayectos.


En un viaje a Concordia, detuvo el camión–tanque en lo más lindo del "Palmar". ¡Qué espectáculo! Jamás había imaginado la realidad de un oasis enorme en la orilla misma del río Uruguay.


–Paré a propósito: para que abrás la boca y los ojos ante tanta belleza. Y para que sepás también que hay palmeras machos y palmeras hembras. Pero, como entre los hippies, no se distinguen los sexos...


A propósito de sexo, debo confesar que él condujo mi iniciación en casa de unas pelanduscas de Resistencia. Bueno, de la capital del Chaco... Quiso hacerme un favor –lo supe después– para precaverme y prevenirme de las desviaciones que afligen a la juventud argentina por el cierre de los quilombos.


–Para mí fue fatal esa falta de educación sexual. ¿Sabés lo que es un chiclán?


–¿Chiclana? Sí. Prócer argentino Miembro del Directorio.


–No. Chiclán significa varón con un solo testículo. Yo soy "chiclana", como el prócer Una orquitis mal curada. Por lo que más quieras, Decio, ¡cuidate!


Mientras bajaba los párpados, dobló la cabeza. Pareció sumirse a cavilar sobre los dolores y trascendencia de esa mutilación. Quedó un buen rato así. Después, hizo un movimiento convulsivo, como queriendo espantar ideas y remembranzas. Sin éxito. Como persistían, optó por abrir la boca para que salieran. Salieron, lóbregas, tristes. Fue una coyuntura amarga entre tantas matizadas por su chispa y sus conocimientos.


Y habló, habló. Su locuacidad resentida cobró por su monotonía un desgarrante poder persuasivo Me dijo que parecíamos cortados por la misma tijera del destino; pues él también ignoraba quiénes eran o fueron sus padres. Siendo una criatura, cuando empezó a darse cuente de las cosas, vio, con el espanto sofocado de todos los chicos de la Casa Cuna, que pertenecía a una colosal familia de parias manejada a gritos, timbres y campanazos.


Desde ese entonces odió a todos los padres del mundo. A los buenos, a los mediocres y a los malos, por igual; porque la paternidad es algo natural irrenunciable. Algo natural prostituido por convencionalismos que ignoran los animales, excepto los chanchos que comen a sus hijos... Por eso, agregó:


–Cuando sorprendo en calles, plazas, cines, negocios, a madres y padres mirando a sus hijos pequeños, no puedo resistir el sainete del cariño, rechino las peores puteadas y, descreído de la farsa que veo, me cago de asco de la civilización que gozamos ...


Bronco, asordinando la voz, farfulló después las peores invectivas contra ese resumidero sensual que es la Casa Cuna. Es inimaginable la esclavitud que padece en ellas la niñez desvalida. Confrontando la mía con la suya, me instó a visitar esos antros de la piedad oficial hacia el pecado colectivo:


–Verás allí amas, ayas y empleadas de impaciencia rezongona y chirlo fulminante Administraciones de harpías y de hienas, a cargo de seres que han talado el deslumbramiento del rostro de la infancia. De seres áridos que ostentan el suyo como un erial calcinado, sin una hoja verde de sonrisa o caridad.




RELATO:



Durante los largos recorridos que hicieron en el camión-tanque manejado por Camilo de Juan, más que la vecindad de los cuerpos los unía la atención que rodaba en el camino a través del parabrisas. Sí, allí adelante, en la intemperie de las noches, mientras cae el silencio cósmico a la par del rocío, se juntaban los pensamientos de sus mentes concentradas.


Sin modular palabras, alertas al riesgo de las rutas, apenas solía distenderlos el guión de algún puente, el viento que atuza la barba de los sauces, las nubes tiznadas por la tormenta próxima o la escarcha que entumece los brazos esqueléticos de los espinillos.


El peligro acecha en los vericuetos nocturnos. Se embosca al Este y al Oeste. Salta de improviso del Sur o del Norte. Y en el instante preciso del descuido ¡zas! el desastre. Porque el mal es espectacular y prepare bien las catástrofes.


–Transportar nafta no es lo mismo que transportar vino. Jamás te dediqués a este oficio. La nafta es cruel. Nos endurece y empobrece la vida.


–Comprendo –asintió Decio. La nafta no es blanda ni generosa como el vino. En las clases de latín del Nacional aprendí en ese idioma una frase parecida, de un poeta llamado Tíbulo.


–Si la recordás, decila. Quiero oír cómo suena.


–Vinus facit dites animo, mollia corda dat. ¿Le gusta?


–A lo mejor, traducida...


–El vino enriquece las almas y ablanda los corazones.


–Ahora sí. La nafta es una dama rica y dura. Todos la respetan por violenta; porque, cuando se enfurece, no tiene compasión a nadie ni a nada. Hay muchas madres así...


El diálogo cesó. El camionero fingió contraerse en su labor. En verdad pugnaba por eludir el amargo resquemor que lo asediaba. Nunca había podido suprimir del cerebro su calidad de expósito. La memoria iba y venía a la Casa Cuna. Iba, venía, revenía insistentemente. En la coyuntura, Camilo de Juan viose niño instalado en patios sin sol, entre chicos-desiertos; en comedores sin alegría, entre chicos-pantanos; en dormitorios sin ternura, entre chicos-fantasmas. Y no pudo más. El recuerdo lo atosigó tanto que tuvo que levantar el vidrio lateral para escupir su náusea.


Decio Ochoa se había dormido, acurrucado tal un feto en la


matriz de la cabina.


Viéndolo, lo cubrió con su capote. Y solo, solo en la inmensidad de la noche, movible, dejóse ir a la deriva de sus reflexiones. Se le ocurrió entonces pensar que la madre perfecta tiene cien octanos de virtudes esenciales, como la nafta de aviación tiene cien octanos de potencia expansiva. Deslumbrado por el acierto del símil, al compás de la marcha fue hilvanando ideas y kilómetros:


–Sí, Ni más ni menos. Lo mismo que la nafta, la maternidad ofrece distintos grados de calidad. Ambos son susceptibles de perfeccionamientos sucesivos, según se las eduque o se las procese. Pero hay madres, como la mía y la tuya, de tan escaso poder que se asemejan al fuel oil, al querosén...


"No hemos tenido suerte, Decio. Cuando una madre posee nobleza de sentimientos, confluyen en sus hijitos todas las abnegaciones y sacrificios, todos los gozos y triunfos del deber. Y es porque su octanaje –quiero decir su maternaje– ostenta la máxima categoría del amor.


"No hemos tenido suerte, Decio. ¿Qué podíamos esperar amamantados por la misericordia, acunados por la filantropía, educados entre convencionalismo?..¡Puah!"


¿Sus ojos estaban turbios o era el relente sobre el parabrisas?


Hizo funcionar el aparato. Nada. Equivocado.


La yema del índice aclaró su visión.






Con Camilo de Juan aprendió Decio el oficio de vivir. El principal de todos. No hay ocupación más útil que ocuparse de sí mismo, ni cargo superior que encargarse de despreciar a los demás. Las profesiones, tareas, artesanías, apenas invisten el carácter de entretenimientos mentales o musculares. Son necesarias para nutrir o alojar a la persona humana, pero no para forjar su personalidad.


El camionero había adquirido a lo largo de los itinerarios la sagacidad que descubre el peligro y la prudencia que lo evita; la astucia que supera a la inteligencia y la rebeldía que justifica las insurrecciones del instinto. De tal suerte, cargando y descargando nafta, impregnado siempre de su típico olor de colas podridas, su pensamiento se había hecho fétido, transparente y explosivo.


Decio Ochoa, poco a poco, fue interpretando sus silencios y sus desbordes. Identificándose a su agudo equilibrio temperamental y a la maciza armonía existente entre su cuerpo y sus actitudes. Aprendió así a modular al ras del asfalto de los caminos y a discutir en las paradas de remotas poblaciones. Y doquiera fueran o llegaran, nada escapó a su curiosidad, ya en los peladares del chaco formoseño, ya en los trebolares de la pampa húmeda.


En esas andanzas, lo más importante fue para él compenetrarse de algo que intuía. Advirtió que su vinculación a Camilo de Juan era un nexo cómodo y suelto. No irrogaba un compromiso de subalterno, ni yugo de respeto, ni una coyunda de amor. Era otra sensación, otra evidencia. Ningún nudo ataba la efusión espontánea que los unía.


Esa realidad espiritual se consolidó a su lado. Supo entonces que los seres que han carecido de amor en la infancia son los mayor dotados para la amistad. Conoció lo bien que rimaba la sólida adultez del camionero con la fragilidad de su primera juventud. Y sin alcanzar a ser su alter ego, llegó a ser su adlátere imprescindible.


La amistad es una limpia comunión de afectos. El espíritu los trasvasa y se divierte en dicha reciprocidad. Por eso dura y sonríe. El amor es una sociedad pringosa. Salvo cuando arroba o embelesa, tiende siempre a prostituirse en erotismo o sexo. La amistad es línea pura; el amor un matete de trapicheos y manoseos organizado por el deseo.


La amistad de ambos, jamás fue contaminada por enojos o discrepancias. La fajina diaria convirtióse en una especie de ritual. Y la cabina del Volvo en el recinto de una liturgia practicada por un sólo fiel: la lealtad.


Los kilometrajes recorridos, aumentando las cifras disminuyeron al máximo los fastidios de antes. Camilo de Juan pensaba a la sazón:


–Francamente, le he encontrado un gusto nuevo a la vida. Siempre me han achacado que soy un tipo hosco y solitario. Es que no ven que río... Yo no sé si he sido o no feliz hasta ahora. Dicen que la felicidad está llena de días, meses y años en que no pasa nada. Será posible que la grata compañía de Decio me...


Iban llegando a Balcarce. El foco rojo del semáforo, automáticamente, frenó el camión y su pensamiento.








COLLAGE:



San Antonio de Areco (de un enviado especial)


Un saldo de dos muertos y cinco heridos –dos de los cuales se hallan en estado grave– dejó un choque producido ayer por la mañana en la ruta nacional 8 y la calle 41 de esta localidad, entre un auto particular marca Peugeot, en rumbo a la Capital Federal, y un camión–tanque, que desde Balcarce se dirigía a Santa Fe.


La violencia del impacto hizo que el automóvil diera dos vueltas y quedara en sentido inverso al que traía sobre la ruta nacional 8, al par que el camión volcara también en el lado contrario.




El accidente



El Peugeot había partido de Pergamino a las 7.30 manejado par su propietario, don Venancio Ríos. Acompañábale su esposa, Doña Julia Lebon de Ríos, y tres hijas: Clara, Celia y Clotilde, de 19, 15 y 11 años respectivamente.


Por la calle 41 –camino entre Balcarce, Buenos Aires y Santa Fe– transitaba el camión-tanque Volvo, chapa número 141728, de San Lorenzo, provincia de Santa Fe, propiedad de COTRANAF (Cooperativa de Transportadores de Nafta) conducido par el chofer Camilo de Juan, argentino de 42 años. Le acompañaba en la cabina Decio Ochoa, argentino, de 20 años.


A Las 9.20 –según información oficial– ambos vehículos enfrentaron la intersección de la ruta nacional 8 con la calle 41, donde existe un falso road-point.






Las víctimas


De inmediato, los conductores de otros vehículos que transitaban por ambas rutas y que presenciaron el accidente dieron aviso a las autoridades, las cuales acudieron enseguida lo mismo que ambulancias del hospital municipal y Clínica Morgan de la localidad.


En el momento dejó de existir el propietario del automóvil, Don Venancio Ríos, uruguayo, domiciliado en Chascomús. Al llegar al hospital falleció el camionero Camilo de Juan.


Fueron internadas en la Clínica Morgan la esposa e hijas del matrimonio, la primera con serios traumatismos y lesiones faciales, las demás con heridas internas y externas de diferente gravedad. El menor Decio Ochoa, con fractura de costillas y pierna izquierda, fue llevado al Hospital Municipal. Tanto éste como la esposa ignoran la suerte fatal de los conductores del camión y del auto.






Opiniones sobre el cruce



Vecinos del lugar, próximos al cruce de la ruta nacional 8 con el camino 41, señalan que éste no es el ni será el último accidente. "Casi todos los días choca alguien, con terribles consecuencias para algunos". Indican que el trazado del falso road-point es una trampa mortal en el kilómetro 110 de la ruta nacional 8. Urgen, pues, medidas de vialidad para orientar correctamente el tránsito y evitar estas funestas consecuencias".






(Clarín, 7–VII–196...)