jueves, febrero 23, 2012

Solominka DE OSIP MANDELSTAM

1





Cuando no duermes, Solominka, en tu
inmenso tálamo
y aguardas, insomne, que, alta y grave
una pesadez tranquila —que puede ser triste—
descienda desde el techo a tus leves ojos.

Pajita sonora, brizna de paja seca,
bebiste la muerte y te hiciste más tierna,
al quebrar la dulce pajita inerte.

No, Salomé, no, sino una brizna de paja.

En las horas de insomnio los objetos pesan más
y aparentan ser menos: así es el silencio.
Refulgen en el espejo las almohadas, llenas de
blancura,
y en un torbellino se refleja la cama.

No, no es Solominka de solemne satén,
en la inmensa alcoba, sobre el negro Neva.
Doce meses cantan la hora fatal,
en el aire vaga un pálido hielo azul.

Diciembre exhala solemne su hálito,
como si en la habitación fluyera el pesado Neva.
No, no es Solominka, sino Ligeia, una lenta
muerte.
Os enseñé palabras dichosas.



2


Os enseñé palabras dichosas:
Lenore, Solominka, Ligeia, Serafita.
En la inmensa alcoba, el pesado Neva
y sangre azul que mana del granito.

El solemne diciembre refulge sobre el Neva.
Los doce meses cantan la hora fatal.
No, no es Solominka de solemne satén
quien siente un lento y fatigoso sosiego.


En mi sangre vive la Ligeia de diciembre,
cuyo amor solemne reposa en el sarcófago.
y esa Solominka, puede ser Salomé,
muerta de pena, ya no volverá.

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