Elucubré un personaje de ficción que se cree cierto. Se llama Idolor, es un plástico y su ultima obra se titula: Paternalismo. Instalación. Consta de una niña de unos 7 u ocho años dentro de una jaula que simula un balcón, columpiándose. Hamaca en negro correctamente atada a la parte superior de aquella con fuertes soldaduras. A la niña la alimentan tres veces al día, le ofrecen sus programas preferidos de televisión, por un sistema cerrado que por un mecanismo muy hábil solo ella puede observar; recibe a si mismo llamadas telefónicas desde un auricular disimulado en su oído, la visitan amiguitos; groso problema representa sus necesidades fisiológicas, como así, las infaltables denuncias de entidades por los derechos de los artista libres, que se quejan de la falta de estética de los receptáculos que dan a la menor para entendibles fines y aun las suplicas del artista que desearía (en sus palabras) algo mas natural. Este Idolor no solo no comprende que su existencia es insustancial, sino que para colmo cree, él, haber desarrollado un proyecto tan total que lo asusta. Este consta, esta vez, de una vida entera como obra de arte, la de un escritor que tiene un nombre igual al mío, mis mismos gustos y hasta mis tonos de piel y el color de mis ojos. Él dice y repite: Hay un parámetro de duda en lo que hago e ilusión: la de sentirme apresado en mi cuerpo, pero alisado en una lógica que me pueda sacar. Como mantenerme atento, alerta.(aunque a veces demasiado inerte, pienso). Digo: ayer, por ejemplo, escuche; y grito lejano, pero no en donde suelo pasar los días, mas bien en una vía de mi intención mental, en la lacra de un sentido alterno, intersección de mi pensarme de a grumos; patetismo pillo.
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