Allá por el año 96 llevé, porté, transporté, una sustancia ilegal (cositas de chico) a lo largo de meses, sin notarlo. Trabajaba junto a un amigo de disc-jockey y veraneaba en Miramar o Necochea. Por esa época me empezó a gustar el vino. O un junio raro como éste de 30 pepas a la sombra.
Ella me veía venir con mi papafrita postura de “niño” sabelotodo; sin embargo, me miraba lindo y me dejaba hablar (como si dijera algo de alguna importancia relativa). Me sonreía a mi, y no, a las verdades que tiraba como quien devela un misterio (creído de mi). Me tocaba como sin querer la mano, y era yo, quien la retiraba,
para no quedar mal.
Pasaron los años de apuestas a rojo o negro …
Etc…
De olvidos comprensibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario