viernes, mayo 02, 2014

Poeta en hospicio (1969) por Enrique Molina




¡ Oh cruzar esa reja de la transfiguración!
Dejado atrás el guardián embutido en su peludo uniforme
con cuernos
la trotante rata a lo largo de la médula
y el Director alto como un rayo con hilos electrónicos conectados
a su hígado y la fosfórica crin de su vientre
apenas cubierta por el blindaje de su blanca sotana de morgue

Dejadas atrás las fichas de hierro
los hombres con la negra bazofia del rancho y los que piden cigarrillos
a cambio de un mosca o un ángel
la primavera amputada el canto de reclusa de la lluvia en el
patio
te vi sonreir con infinita dulzura al aparecer en el fondo del corredor
larguísimos con tu plato y tu cuchara de estaño en la mano el
cuerpo envuelto de una anónima corteza de huérfano color
telaraña o balde helado de invierno
empuñado sin embargo tu alma desde las raíces
a través de la tortura entre los engranajes salvajes del universo
escuchando con atenta delicadeza el silbido celeste de las corrientes
de tu pecho
donde el muro del paredón y el centro del cielo
se funden en una única lágrima
Pero a ti -el poeta- mientras te acurrucas en tu camastro de huesos
y belladona y roncas tan triste bajo la luna
nada en la tierra nada en ese lóbrego asilo libre de todos los
monstruos de la posesión
libre de todo andamiaje de la dicha del hedor del dinero y los
decálogos de la sumisión
podrá arrebatar a la energía de tu ser la trémula llama de tu
sabiduría insensata
cuando con solo una mirada más pura que los paisajes alcanzas más
allá del infierno la verdad la poesía
tu alma instantánea transformada en oráculo
y guíame entonces socórreme entocnes poeta más lúcido ahora que la
certeza del sol
yo reconozco tu idioma deslumbrante
a través de las lágrimas y las terribles sinfonías del sueño.


 

 

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