viernes, enero 24, 2014

La búsqueda de la fecalidad (+ audio Para-Terminar-Con-El-Juicio-de-Dios) by A. Artaud

 

 

Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre muy bien habría podido no cagar,
no abrir el bolsillo anal,
pero eligió cagar
como habría escogido vivir
en lugar de consentir vivir muerto.

Pues para no hacer caca
habría tenido que consentir
no ser,
pero no pudo decidirse a perder el ser,
es decir, a morir viviendo.

Hay en el ser
algo particularmente tentador para el hombre,
y ese algo es precisamente LA CACA.
(Aquí rugidos.)

Para existir basta con dejarse ir a ser,
pero para vivir
hay que ser alguien,
para ser alguien
hay que tener un HUESO,
no tener miedo a mostrar el hueso,
y perder la carne al pasar.

El hombre siempre ha preferido la carne
a la tierra de los huesos.
No había más que tierra y bosques de huesos,
y tuvo que ganarse su carne,
no había más que hierro y fuego
y no mierda,
y el hombre tuvo miedo a perder la mierda
o más bien deseó la mierda
y, para eso, sacrificó la sangre.

Para tener la mieda,
es decir la carne,
allí donde no había más que sangre
y chatarra de osamentas
y donde no tenía que ganar ser
pero donde no tenía que perder más que la vida.

o reche modo
to edire
di za
tau dari
do padera coco

El hombre se retiró y huyó.

Entonces lo devoraron los animales.

No fue una violación,
él se prestó a la obscena comida.

Le encontró gusto,
aprendió por sí mismo
a hacer el bestia
y a comer rata
delicadamente.

¿Y de dónde viene esa abyección de suciedad?

¿De que el mundo sigue sin estar constituido,
o de que el hombre sólo tiene una pequeña idea del mundo
y quiere conservarla eternamente?

Viene de que el hombre,
un buen día,
detuvo
           la idea del mundo.

Dos rutas se ofrecían a él:
la del infinito fuera,
lo de lo ínfimo dentro.

Escogió lo ínfimo dentro.
Allí donde basta con exprimir
la rata,
la lengua,
el ano
o el glande.

Y dios, dios mismo aceleró el movimiento.

¿Dios es un ser?
Si lo es, es la mierda.
Si no lo es,
no es.
Y no es,
pero como el vacío que avanza con todas sus formas
cuya representación más perfecta
es la marca de un incalculable grupo de ladillas.

"Está usted loco, señor Artaud, ¿y la misa?"

Reniego del bautismo y de la misa.
No hay acto humano
que, en el plano erótico interno,
sea más pernicioso que el descenso
del sedicente Jesucristo
a los altares.

No me creerán
y desde aquí veo al público encogiéndose de hombros
pero el tal cristo no es más que
quien frente a la ladilla dios
ha consentido vivir sin cuerpo,
mientras un ejército de hombres
descendido de una cruz,
en la que dios creía haberlo clavado hace mucho tiempo
se ha rebelado,
y, cubierto de hierro,
de sangre,
de fuego, y de osamentas,
avanza, denostando a lo Invisible
para acabar ahí con EL JUICIO DE DIOS.


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