jueves, enero 24, 2013

PUNCTUM de Martín Gambarotta



7
...............El viento silba
en una damajuana vacía. Por la ventana, un
relámpago dibuja el
ideograma en el cielo
y saca radiografías de la noche. Llueve.
Este es un hecho impuesto
sobre el paisaje por el peso de las nubes.
Afuera, todas las cosas están mojadas.
Cadáver, lo que en una ciudad vale mucho
en otra se consigue en cualquier lado.
La silla:
una reposera de playa
en el medio de la pieza:
un cubo de espacio donde gime algo de materia
y entonces es anoche el lugar delimitado donde
duerme. No hay
ideas.
En el sentido estricto,
ninguna, a no ser
nada, separa esa noche
de las manchas de óxido
que se despliegan hoy
y según la graduación de la luz
van conformando ante sus ojos
un cielo. Y ninguna
separa el anteayer, a no ser nada
o el filamento fisurado de una bombita de luz,
del día anterior
y nada separa, a no ser
nada, a ese anteayer de su ayer
y al día antes de ayer de su ayer,
a no ser una sucesión de pantallas nevadas
desplegadas en el sueño. Cadáver, qué esperabas?
Esperabas el ferry que cruza de noche?
El ferry que cruza en 50 minutos
al Uruguay? Esperabas que alguien levante por vos
su brazo en la cubierta para señalarte un punto de fuego blanco
no,
verde, que no
brilla, desiste, se
quema,
no
muere,
se apaga
diluyéndose
en esa hora que no tiene
ubicación en el día, como el día no cuaja
en ninguna semana del mes, un mes, a su vez, sacado
de quicio en un año hepático?
El tiempo se atiene al mandato de la luz. Detrás del
vidrio roto, mantenido en lugar por un broche de metal,
únicamente se tiene noción si se sigue
la variación de colores. Primero
aparecen los caballetes, las plantas,
y después el pensamiento: "un perro que se da cuenta
que es perro deja de serlo.''


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