lunes, enero 28, 2013

PUNCTUM de Martín Gambarotta



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Cadáver, en las horas sin trabajo
arrastradas por el espanto, la mesura
5 calles te separan de tus tortugas
- la ciega, la de corazón seco -
que duermen, bajo la cama, en una caja de cartón.
500 metros más largos que 500 años.
Si fuera hasta la cocina, vería lo que quedó de la escena,
la disposición de las sillas sin cuerpos
donde Confuncio discutía anoche.
Confuncio, que no se sabe cuándo está hablando
en joda y cuándo en serio,
hacía brillar la cabeza de un alfiler
contra una luz cualquiera.
Un expulsado del paraíso,
la vez que todos los pibes de la agrupación arrugaron
(FS se fue a Mar del Plata en un ambulancia de ATE,
ST a criar gansos a Venado Tuerto) se quedó el verano
a ver cómo los pendejos mojaban el culo en la fuente
y enterado que la chica thrashera con la que pasó
medio año andaba pensando en matarse,
dijo, dice o va a decir en la cocina:
me alegro por ella.
Si cada persona tiene un objeto asignado
que lo representa, Confuncio
es un arquero, despintado, de metegol.
Cuando lo traicionaron
los de la 7 de Mayo
que le habían prometido un par de cargos
pero después arreglaron por atrás con el Senador Pachuco
pensó en largar. Se fue bordeando
el río hasta la terminal y pasó un rato
calando la gentuza: una vieja con el
ojo tapado con una gasa
sentada, un ciego escuchando walkman
la cara de verdugo del repartidor
de bebidas y su tatuaje
en el brazo izquierdo: KISS;
hasta que únicamente quedaron en la plataforma
dos micros con los motores en marcha
y le costó decidir si tomar el que salía
para el sur o el otro, más nuevo,
pero con un solo foco prendido
que lo llavaba al norte
o si de última quedarse ahí mirando
cómo se apagaban las luces
de la terminal, automáticamente,
cuando se hacía de día.

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