domingo, mayo 12, 2013

Inter.3 _ txt viejo sin modificar _

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Una versión del cuentito sin poderlo pensar:
después de hablar con mi amiga y de esta dejarme la impresión de vacío seguido de angustia, me entregué a las voluptuosidades de la desesperación. Mi nombre: es el que escribe: ah ts `ib.
Entré por fin en esa miserable librería. Frente a mis ojos el libro antiguo del que recuerdo hoy ya casi nada, una cosa sí. En el parque cercano reapareció a mi lado Peres y ahora acompañado por un tal Alberto. Se brindaron conmigo a la lectura de aquella amigable recomendación. Solo unas hojas salteadas. Paréntesis. Charla con la amiga; las tres caras del individuo con cara de asombro; amiga recomienda un libro; habla, así; habló:
“ la existencia de los libros no solucionan ningún aspecto; la existencia de dichos libros inclusive, es una leyenda, suplementa nuestras faltas”.
Igual me dio un titulo. Ella estaba podrida de todo. Solo quería ir a las montañas o sierras “no lo leas entero comete al menos una palabra” escuche antes de irse “presta atención”.
Extraño. Raro. En el ajado libro encontramos la dirección exacta del hombre que golpea el yunque. Recorre nuestras respectivas columnas ficticias, un miedo; ya lo conocía Peres con ese y Mario creía. No Erica. Y yo menos. Alguien que esta en su lugar, me dice que lo esta suplantando, que él se fue a la feria: lo podes encontrar ahí. Lo ultimo que recordamos los tres, es como en espejo un volante sobre la mesa y su par en nuestro casi destruido libro. Leímos: “todo son por lo menos dos cosas” al derecho y al revés. Se quemó el duplicado del libro junto con las hojas, las tapas, sus dobleces, todo. Se sonrió el suplente. Vayamos a la feria; rajemos. Y ahora que?. Lo ultimo que podemos decir del libro es:
“los cenicientos despojos de libro quemado son volatilizados por viento feroz; el largo peregrinar de Mario, Alberto y Péres es seguido por docenas de seres imaginarios y una tertulia funesta aguarda a nuestra tríada de héroes con fauces abiertas, intenciones oscurísimas”. Peres pretende expresarse con mucha corrección a veces. Algunas anotaciones mas de y en su cuaderno América de tapa roja: “musita_ después de la angustia que siguió al vacío (producido en mi, catalizador por la charla con mi amiga) y adentrándome en una desesperación insipiente...”
o esta: “me propuse hallar ese libro al que ella hacia referencia. Me dirigí hacia la librería que aun ajena a mis tribulaciones satisfizo mi búsqueda. Estaba allí (como me había anticipado) ese libro ajado y casi destruido en la mesa de saldos. Emigré de dicha institución impulsado por mi curiosidad. El parque con su silencio contribuyo a la lectura. Lo abrí y no con poca ansiedad hojeé sus paginas como quien espera la solución a un antiguo enigma...” etc.
Me temo que lo de Peres ya no tiene solución.
En una caminata larga de mierda, fuimos. Llagamos por fin a la dichosa feria, que era un real galpón, grande, cuadrado, un cubo. Para entonces Mario sufría de aburrimiento, estaba un poco hinchado las pelotas. Del otro con “ese”, propio a su naturaleza, juzgaba un incierto equilibrio entre su metafísica incomprensión y el lúdico encanto de seguir a un gato por debajo del chasis de más de un automóvil.
Doloroso para los tres fue entrar. El día se hizo noche y la noche caca. El piso parecía cubierto por una película oleosa. ( Peres: quisiera aclarar, que las referencias a día virando en noche y esta en un despojo miserable son a mi entender observaciones obscenas e innecesarias que Alberto probablemente se vio forzado a hacer por aquellas inmanentes irrupciones, abruptas, que el futuro acomete contra el presente de la narración). Sentimos cruzar un portal fantástico, dijo Mario. Al sub. mundo, Peres. Unos portones grandes con rieles gruesos arriba; una cadena de eslabones algo desparejos, nada que llamara excesivamente la atención, nada que nos diera a suponer lo que iríamos a vivir. Mario esta vez salía de su estásis emocional, el fluido emotivo volvía a correr por sus venas. Se envalentonó, supongamos.
Mario: -los dejé. Recuperé estímulos. Ya estaba próximo a olvidar lo que sentía. Necesitaba irme.
Peres algo temeroso me pregunta en que momento es que se fue Mario. Yo fui el ultimo en llegar a este individuo de caras, igual creo haber comprendido, entonces, guío a explorar al hombrecito del nombre con “ese” a buscar al hombre del yunque.
La feria-galpón se torna en gruta. Laberinto. Vamos. No te separes.
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Los monstruos salían de las calles laterales. Algunos enfundados con gruesas pieles exóticas a nuestros ojos. Minitas palarmences, jóvenes modernas con lentes de carey y “tishers” rojas a rayas. Combinadas con blanco, el espectáculo daba miedo a Peres y a Mario (que no soy yo) lo ponía lumínico de gusto. Se sentía el estrés en el aire. Mascaban chicle y portaban recipientes con agua y pico vertedor, golosinas. SOHO. Holliwood. El horror del loco vende tutti; los guiños de las chicas de las lámparas; la bruma espesa de los muertos vivos, en ropajes de muertos, en ellos con vida de nuevo. ______________________
Y horrorosas estrellas de cine.
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Nunca encontramos al hombre que golpea el yunque. De lo que nos desayunamos es que su nombre es Tejo y que de su cuerpo no se sabe nada. Extrañamente las personas a las que preguntamos no sabían describirlo; ni informar sobre su paradero. Sin ir mas lejos… el único que mas o menos lo recordaba era yo: “el último en llegar a este cuerpo de rostros”.
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Me es imposible narrar que fue ahí adentro. Uno de los tres desapareció y al volver estaba notablemente cambiado. Yo guié a Peres por los pasillos mas oscuros; por porciones de techos destruidos, donde podíamos ver que el día se apagaba sobre la cuidad, caía la convención. Hubo corridas. Nos encontramos en el puesto de evacuación de dudas; había predicho Peres en su afán de hablar bien. Mario no estaba ya, y sin embargo acaba de llegar al punto de encuentro; le pega en la boca para callarlo. Salimos. Presente.
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