jueves, diciembre 04, 2008

Inter. 4 (+4) _ txt viejo sin modificar _

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_ mal leeríamos del tono de Darío_:
Me encontré tratando de explicarle el país a una amiga
Desde su ausencia a estos minutos
Con tal claridad que se me hacia inverosímil
El relato mis aseveraciones.
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Junto a la mesa veía ahora a una mujer
Disfrutando una gaseosa sentada muy de piernas cruzadas
Al sol de tardecita entrada
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Y por algún tic presentí
Que su halo tenía relación también
Con un viaje con su resiente llegada
De una latitud perdida.
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El recuerdo del exilio y este viaje desconocido
Coexistiendo en mi entre mi vaso
Y la vista extraviada de la persona con la que
Corría el líquido a compartir.
_ mal leeríamos del tono de Darío_.
- Mira a esa mina, le dije. Esa, la que actúa como si no estuviese en este país.
- No.
A mi me parecía que podría estar en Francia o a lo sumo en alguna playa, siempre lejos...
- No.
A mi acompañante no le parecía nada de otro mundo dicha señorita. Yo, le había dicho “mina” y antes “mujer”.
La literatura no es ni era cosa para tomársela demasiado en serio.
Su libro de Darío estaba maltrecho y hongóso. El mío, era de una autora brasilera *, un libro tipo póstumo pero no. Un libro que la autora se negaba a publicar.
La librería, en frente, ajena a todo divague.
Me preguntaba como había podido ser tan convincente con mi amiga; ese mediodía que llegó y me tocó timbre y me despertó y me llenó la cabeza de aplausos y sus historias y cariños. Seria por eso: yo dormía. Todavía cráneo "están by"...
Cuatro años sin verte?... Que onda la ETA?.

*uruguaya

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Después del suceso de la mujer-mina-señorita, se me ocurrió ir a lo del hombre que golpea el yunque. ( dos cuadras derecho, después una por la lateral). Él se encontraba ( de que otra manera sino?) golpeando con su martillo de plata, el yunque de hierro.
Lo saludé y mi acompañante había desaparecido.
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No quería que el relato sea una galería de personajes medianamente freaks y solo eso. Entonces fui muy claro. Y eso no ayudó a la larga.
Me miraba mi amiga, como descreída. Pero abrumada por tanta pasión. Al final, empezó, ella, a ensayar respuestas. Ahí; es donde descansé de mis palabras.

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Mi compañía reapareció detrás de un mostrador impulsada por los impactos del hombre que golpea el yunque. Su voz, no sé si se dijo antes, fue templada por el ruido, lo que le da un paralelo al trueno y al inocente que no esta avisado, fácil, lo expele a la vereda por un temor primitivo que todos, hay que decir, tenemos en los trasfondos de la mente. Su voz fue templada con el trueno.
A esta altura, el hombre que golpea el yunque, se sonreía con la ternura de los grandes hombres.
La despedida, fue tan fugas como cordial.
Los diarios no hablarían de su tarea; ni de la nuestra. Y el resultado, seria (como vaticinó mi amiga) un viaje apenas trascendente, escrito en el cielo, un domingo, en su primer arribo.


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Unos meses después

SOBRE Inter. complemet
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En Inter., el personaje central, mantiene una charla con una amiga recién vuelta al país; mas luego toma-bebe una bebida espirituosa con un amigo. 
Atención! dicho ser posee aptitudes fantásticas a saber: como desaparecer instantáneamente; concordar o no con Mario (protagonista) de forma sospechosa y singular, para con inmediatez oponerse a todo lo dicho por él, con la misma pasión y mas_
A si mismo habría que aclarar que el mencionado se llama Peres (con ese) y que no seria un ser humano sino una proyección del primero (protagonista) tal vez solo para no sentirse exclusivo aunque seguro será por el ímpetu de una parte de su mente al expresarse, etc. También libros y el hombre que golpea el yunque.

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Es el triple (trip) en el coco de Charly y un arcano del tarot y el Tao. Como se verá.
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En el complemento de Inter. Sin embargo titúlo:


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A ensayar respuestas

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Una versión del cuentito sin poderlo pensar:
después de hablar con mi amiga y de esta dejarme la impresión de vacío seguido de angustia, me entregué a las voluptuosidades de la desesperación. Mi nombre: es el que escribe: ah ts `ib.
Entre por fin en esa miserable librería. Frente a mis ojos el libro antiguo del que recuerdo hoy ya casi nada, una cosa sí. En el parque cercano reapareció a mi lado Peres y ahora acompañado por un tal Alberto. Se brindaron conmigo a la lectura de aquella amigable recomendación. Solo unas hojas salteadas. Paréntesis. Charla con la amiga; las tres caras del individuo con cara de asombro; amiga recomienda un libro; habla, así; habló:
“ la existencia de los libros no solucionan ningún aspecto; la existencia de dichos libros inclusive, es una leyenda, suplementa nuestras faltas”.
Igual me dio un titulo. Ella estaba podrida de todo. Solo quería ir a las montañas o sierras “no lo leas entero comete al menos una palabra” escuche antes de irse “presta atención”.
Extraño. Raro. En el ajado libro encontramos la dirección exacta del hombre que golpea el yunque. Recorre nuestras respectivas columnas ficticias, un miedo; ya lo conocía Peres con ese y Mario creía. No Erica. Y yo menos. Alguien que esta en su lugar, me dice que lo esta suplantando, que él se fue a la feria: lo podes encontrar ahí. Lo ultimo que recordamos los tres, es como en espejo un volante sobre la mesa y su par en nuestro casi destruido libro. Leímos: “todo son por lo menos dos cosas” al derecho y al revés. Se quemó el duplicado del libro junto con las hojas, las tapas, sus dobleces, todo. Se sonrió el suplente. Vayamos a la feria; rajemos. Y ahora que?. Lo ultimo que podemos decir del libro es:
“los cenicientos despojos de libro quemado son volatilizados por viento feroz; el largo peregrinar de Mario, Alberto y Péres es seguido por docenas de seres imaginarios y una tertulia funesta aguarda a nuestra tríada de héroes con fauces abiertas, intenciones oscurísimas”. Peres pretende expresarse con mucha corrección a veces. Algunas anotaciones mas de y en su cuaderno América de tapa roja: “musita_ después de la angustia que siguió al vacío (producido en mi, catalizador por la charla con mi amiga) y adentrándome en una desesperación insipiente...”
o esta: “me propuse hallar ese libro al que ella hacia referencia. Me dirigí hacia la librería que aun ajena a mis tribulaciones satisfizo mi búsqueda. Estaba allí (como me había anticipado) ese libro ajado y casi destruido en la mesa de saldos. Emigré de dicha institución impulsado por mi curiosidad. El parque con su silencio contribuyo a la lectura. Lo abrí y no con poca ansiedad hojeé sus paginas como quien espera la solución a un antiguo enigma...” etc.
Me temo que lo de Peres ya no tiene solución.
En una caminata larga de mierda, fuimos. Llagamos por fin a la dichosa feria, que era un real galpón, grande, cuadrado, un cubo. Para entonces Mario sufría de aburrimiento, estaba un poco hinchado las pelotas. Del otro con “ese”, propio a su naturaleza, juzgaba un incierto equilibrio entre su metafísica incomprensión y el lúdico encanto de seguir a un gato por debajo del chasis de más de un automóvil.
Doloroso para los tres fue entrar. El día se hizo noche y la noche caca. El piso parecía cubierto por una película oleosa. ( Peres: quisiera aclarar, que las referencias a día virando en noche y esta en un despojo miserable son a mi entender observaciones obscenas e innecesarias que Alberto probablemente se vio forzado a hacer por aquellas inmanentes irrupciones, abruptas, que el futuro acomete contra el presente de la narración). Sentimos cruzar un portal fantástico, dijo Mario. Al sub. mundo, Peres. Unos portones grandes con rieles gruesos arriba; una cadena de eslabones algo desparejos, nada que llamara excesivamente la atención, nada que nos diera a suponer lo que iríamos a vivir. Mario esta vez salía de su estásis emocional, el fluido emotivo volvía a correr por sus venas. Se envalentonó, supongamos.
Mario: -los dejé. Recuperé estímulos. Ya estaba próximo a olvidar lo que sentía. Necesitaba irme.
Peres algo temeroso me pregunta en que momento es que se fue Mario. Yo fui el ultimo en llegar a este individuo de caras, igual creo haber comprendido, entonces, guío a explorar al hombrecito del nombre con “ese” a buscar al hombre del yunque.
La feria-galpón se torna en gruta. Laberinto. Vamos. No te separes.
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Los monstruos salían de las calles laterales. Algunos enfundados con gruesas pieles exóticas a nuestros ojos. Minitas palarmences, jóvenes modernas con lentes de carey y “tishers” rojas a rayas. Combinadas con blanco, el espectáculo daba miedo a Peres y a Mario (que no soy yo) lo ponía lumínico de gusto. Se sentía el estrés en el aire. Mascaban chicle y portaban recipientes con agua y pico vertedor, golosinas. SOHO. Holliwood. El horror del loco vende tutti; los guiños de las chicas de las lámparas; la bruma espesa de los muertos vivos, en ropajes de muertos, en ellos con vida de nuevo. ______________________
Y horrorosas estrellas de cine.
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Nunca encontramos al hombre que golpea el yunque. De lo que nos desayunamos es que su nombre es Tejo y que de su cuerpo no se sabe nada. Extrañamente las personas a las que preguntamos no sabían describirlo; ni informar sobre su paradero. Sin ir mas lejos… el único que mas o menos lo recordaba era yo: “el último en llegar a este cuerpo de rostros”.
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Me es imposible narrar que fue ahí adentro. Uno de los tres desapareció y al volver estaba notablemente cambiado. Yo guié a Peres por los pasillos mas oscuros; por porciones de techos destruidos, donde podíamos ver que el día se apagaba sobre la cuidad, caía la convención. Hubo corridas. Nos encontramos en el puesto de evacuación de dudas; había predicho Peres en su afán de hablar bien. Mario no estaba ya, y sin embargo acaba de llegar al punto de encuentro; le pega en la boca para callarlo. Salimos. Presente.
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Camino final. Es de noche. Andamos. A las pocas cuadras (se va empequeñeciendo la feria) nos topamos con un cartonero de color marrón. Estoy cansado (P). Mario lo ayuda con la recolección. Hablan. Vamos a acompañarlo en su viaje.
Final.
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Caminamos nosotros cuatro junto a la noche abierta y sin fuerzas, casi. Recolectamos kilos de cartón negro; pilas que se elevaban hasta donde perdíamos la vista. Sollozó pequeño Peres en silencio. Mario renovado hablaba mucho con el hombre de marrón y de sus hijos (los de ambos: y me acabo de enterar).
Pasó.
Más unas horas. Más tarde.
Sentí que cruzábamos una puerta, un umbral siniestro: solo la diferencia entre la capital y el primer cinturón del conurbano. Olor a mierdas.
Mario y su nuevo amigo “Lula” sonreían, habían decidido invitarnos a casa del nuevo. Amigo. Alguien se cortó con vidrio la yema de un dedo antes de cruzar. Chamamé y cumbia. En el kiosquito almacén pieza a la calle Lula compró vino y Mario aportó jugos en sobrecito y arroz blanco (varios paquetes a pesar de la oposición). Cruzamos la avenida central, dentro del pasillo 2, cerca del corazón de la manzana, la mujer, hijos... Aplaudimos a la esposa que salió con unos niños al correr la frazada gris y guardas de otros colores. No sé que hora era.
Mientras que en la garrafa, sobre una cacerola la tapa y dentro el guisito calentaba, Peres pidió el baño y fue. Mario y los críos mayores de Lula y su mujer Martina y yo, tomamos vino. Amigo comió por fin.
Cuantas horas se pasan tan rápido?. Que tanto frío se puede mitigar con la misma garrafa?. Paredes finas, plantas en todo el patio. Mantel de hule. Pronto los pibes se fueron a dormir y los mas grandes al baile.
Peres volvió tiritando un poco del ñoba, en la lejanía del patio de piso agrietado. Se le dio vino. Escuchamos muchas cosas. Un poco de música de un equipo de audio sony.
Antes de irnos (ya estaba por amanecer) sonaron los abrazos sobre las espaldas de los tres hombres, Peres jugó con un perro, el perro lo atacó, ladró, se disparó un arma, nos enteramos tarde.
La luz azul que gira llegó de día ya; ya estaba Lula yéndose a laburar y nos despedimos con el sonoro. Mario, Lula y yo.
La Martina preparaba mate cosido para todos, como para el pendejo que muerto quedó ahí ella había hecho en la madrugada. Y eso le pasó.
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Tango:
Entendés pibe?
Cuando la cosa viene turbia, engatusa la zabeca y enroscáte el cuore.
Y, pensá. Cuanto frío hacia?. Pensá. Nos fuimos.
Como se nota que sabemos un carajo
y que los días pasan entre cachos de gentes; atravesándolos.
Ahora quedamos dos. Pero mañana vamos a ser uno.
Si hasta vamos a consultar la cierta con el tarot. Enteráte
pendejo flojo.
Que hora era?. 
y...
Que hora es ahora?.
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FIN.

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